lunes, 18 de febrero de 2013

LA HUIDA DE JONÁS

                      
Transcurría el año 3165 cuando Dios  confió a Jonás, de la tribu de Zabulón profetizara para que el rey Jeroboán III librara a los judíos de la dura opresión que ejercían los  asírios, y exhortó a Israel por mucho tiempo a fin de que renunciara a los falsos dioses .
La principal misión de Jonás   fue dirigirse a predicar a Nínive, que era el centro neurálgico del gentilismo, una penitencia  impuesta por el Creador si verdaderamente querían suspender el castigo que sus iniquidades requerían del cielo, comisión que al profeta  Jonás le pareció muy peligrosa, por algo se le llamaba “La ciudad del derramamiento de sangre” de modo que en lugar de dirigirse a Nínive ,se dirigió al puerto de Jope y de este se  embarcó con destino a Tharsis.

Después de embarcar, Jonás se durmió profundamente en las partes más recónditas del barco. Entre tanto, los marineros se  enfrentaron a un viento tempestuoso enviado por Dios  que amenazaba con destrozar la nave. Clamaron a sus dioses por ayuda y para aligerar la nave arrojaron objetos por la borda. El capitán  de la nave despertó a Jonás  instándole  a que también invocase a su Dios. Finalmente los marineros  echaron suertes para determinar por culpa de quien s había originado la tormenta. Jehová hizo que la  suerte  identificase a Jonás . Cuando se le preguntó, confesó que había ido infiel a su comisión y, como no deseaba que otros perecieran por su culpa, pidió que lo arrojasen al mar. Una vez que fracasaron todos los  esfuerzos  por volver a tierra, los marineros tomados en serio la palabra de Jonás lo arrojaron al mar, y en aquel instante la tormenta se aplacó. (Jonás 1: 14-15)

Cuando se hundió en el  agua, se le envolvieron algas marinas alrededor de la cabeza  y después de estar tres días y tres noches  en el vientre de aquel monstruo marino, por fin cesó su sensación de  ahogo.  Jonás oró a Dios  glorificándole  como su salvador prometiéndole  pagar lo que había prometido en voto. Al tercer día  el pez vomitó al profeta en tierra seca.

                        LA PENITENCIA DE LOS NINIVITAS.

Por segunda vez,  Dios intimida a su profeta  Jonás  para que anuncie a los ninivitas su inminente ruina en castigo de sus continuas iniquidades  sino hacen penitencia. Escarmentado Jonás, marcha sin réplica para internarse  en la imponente  Nínive,  En las plazas y calles  exclamaba con aterradora  voz: ¡Dentro de cuarenta días Nínive será destruida”. Sobrecogidos de espanto sus habitantes  por  estas amenazas, los idólatras  y disolutos  detestan sus abominaciones y vicios  y abren sus corazones a la penitencia, y todos en masa se ponen de parte de Dios.. El primero en hacerlo es el rey que descendiendo de su trono, se despoja de sus brillantes insignias  y  su ejemplo cunde entre la totalidad del pueblo que se convierte con empeñó a Dios, de  modo que ayunan, oran, visten al saco, se estiran sobre cenizas y con públicos y generales testimonios de penitencia imploran de Jehová  misericordia y perdón,  Dios apiadado de aquella ciudad contrita y humillada, retira la cuchilla de su justicia  que tenía levantada contra sus cabezas. ¡Notable ejemplo de sumisión a la divina palabra.


                                              La  hierba seca

Concluida su predicación  Jonás se retiró al campo, frente a la puerta oriental de la ciudad y sentado a la sombra de una tienda esperaba ver la suerte que corrían los ninivitas.  Cuando transcurrieron los cuarenta días  y Nínive  subsistía  en pie por haberse Dios  movido a compasión, se resintió Jonás sin duda temiendo ser calificado como un impostor o un falso profeta exhaló a Dios  sentidas quejas, tanto que, después de tomada ofrenda, pidió a Dios, como un favor, la muerte. Dios  reprendió su enfado como injusto, toda vez que la  ruina de Nínive  dependía de su impenitencia, condición que llevaba implícita  su predicación y le hizo conocer  su sin razón  de un modo sensible.

Cuando de manera espontánea creció una calabacera vinatera  para ofrecerle  sombra, el profeta estuvo muy satisfecho pero su regocijo fue  efímero. Al día siguiente, muy de mañana, un gusano hizo que la planta  se secase. Privado de su sombra, Jonás quedó expuesto a u viento abrasador y el sol ardiente que batía su cabeza, de nuevo pidió a Dios morir. Entonces  Jehová  le dice “Te impacientas por la pérdida  de una humilde hierba, a cuya plantación  y desarrollo en nada has contribuido con tu trabajo, y querrás que  yo la hubiera conservado para tu alivio y comodidad ¿Y no pensaré  yo a la gran ciudad de Nínive donde se cuentan más de 120.000 niños que no saben distinguir su mano derecha de la izquierda; obras de mis manos, inocentes criaturas incapaces de ofenderme?. A estas palabras Jonás reconociendo su falta .el Señor lo perdonó y se restituyó a su patria.

Esta narración refleja la misericordia, paciencia y bondad de nuestro Padre Jehová  al tratar con los seres humanos, pecaminosos (Job3;10; 4:2,11)   Nicanor Molina.



No hay comentarios:

Publicar un comentario