lunes, 28 de enero de 2013

LA SENSATEZ DEL REY DAVID, UN EJEMPLO PARA NOSOTROS.

                          

¿Qué estaríamos dispuestos a dar para calmar nuestra sed? En este sentido, sabéis mis estimados lectores hasta donde estuvo dispuesto a dar el rey David para calmar su sed?
De la Biblia  anotamos lo siguiente: “Después de un rato David mostró su deseo vehemente y dijo: ¡Ay que pudiese  yo beber del agua de la cisterna de Belén, que está a la puerta!. Con esto los tres se abrieron paso por fuerza en el campamento de los filisteos y sacaron agua de la cisterna de Belén que está a la puerta, y vinieron llevándola y trayéndosela a David. Y David  no consintió en beberla, sino que se la derramó a Jehová. Y pasó a decir: ¡Es inconcebible, de parte mía, en lo que respecta mi Dios, el que yo haga esto! ¿Es la sangre se estos hombres lo que debería beber a riesgo de sus almas?  Porque fue a riesgo de sus almas que la trajeron”.Y no consintió en beberla  (1ª de Crónicas 11:17-19)

Es evidente que durante esta guerra contra los filisteos, David  manifestara delante de su  ejército un vivo deseo de beber agua de la cisterna  que había en la puerta de Belén, cuya ciudad estaba ocupada  por las tropas filisteas  y que tres de los guerreros más valientes, con riesgo de sus vidas  presentaron a  David  la anhelada agua al rey. El cual considerando el eminente riesgo a que se habían  expuesto aquellos impertérritos soldados por complacerle no quiso  gustarla, y con religiosa piedad la ofreció a Dios en libación.

Sin duda alguna, podemos sacar mucho provecho del brillante ejemplo del rey David ya que en ciertas ocasiones, nosotros,  por no ser lo  suficientemente reflexivos en nuestra de obrar y decidir, como le ocurrió a David,  que cuando reflexionó sobre el peligro de muerte en que habían estado expuestos sus soldados para traer agua de la cisterna del campamento de los filisteos, tomó la correcta disposición de no beberla, derramarla  para ofrecérsela a Jehová.

Así también nosotros, repito, como lo hizo el rey David, debemos analizar nuestra manera de obrar, y ser lo suficientemente prudentes y reflexivos como para reconocer nuestros errores, como lo hizo David, ofreciendo el  líquido elemento, es decir, el agua, a Jehová, quien a su debido tiempo reconoció sus errores.- Nicanor Molina.-

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